lunes, 21 de marzo de 2011

¿Por qué los plátanos son radiactivos?

El gráfico de dosis relativa de radiactividad aparecido ayer en io9 sirvió para tranquilizar, pero también generó nuevas preguntas, como por ejemplo: "¿por qué recibes dosis de radiación cuando te comes un plátano?"

El gráfico, creado por XKCD's Randall Munroe, fue ideado para mostrar a la gente el daño real de los escapes radiactivos de la central nuclear japonesa de Fukushima, que fueron noticia en estos días. El contacto con sustancias radiactivas es, realmente, parte de las actividades cotidianas como tomar un vuelo, dormir junto a alguien o comer un plátano. Pero... espera. Seguramente volar o hacerse radiografías exponga a la gente a radiación, pero... ¿comer un plátano? ¿cómo? Seguro que la dosis es baja (un plátano te expone sólamente a una diez millonésima de Sievert) pero debe haber algo en ellos para que aparezcan en el gráfico.

Resulta que el uso de plátanos para medir dosis de radiactividad tiene precedentes. Existe un nombre para ello: Dosis Equivalente en Plátano ([i]Banana Equivalent Dose[/i], BED, en inglés). La BED fue inventada casi para lo mismo que el gráfico que nos ocupa. Te ayuda a valorar el peligro en perspectiva, especialmente cuando tiene que ver con comida y con radiación, pero la BED no es aleatoria. Hay algunos alimentos que son radiactivos por naturaleza, y el plátano es el ejemplo más extremo.

El elemento que hace que los plátanos sean radiactivos es un isótopo de potasio. El Potasio-40 (K-40) supone, aproximadamente, un 0,01 por ciento del potasio total. Tiene un período de semidesintegración de 1.250 millones de años, lo que significa, prácticamente, que es infinito. El K-40 decae de dos formas posibles. El 89% de las veces uno de sus neutrones decae en un protón, convirtiendo el potasio en calcio. Cuando esto ocurre, emite una partícula beta (un electrón). El otro 11% de las veces el potasio decae por la captura de un electrón y volviendo uno de sus protones en un neutrón. Cuando esto ocurre se emite radiación gamma (radiación de mucha intensidad). La exposición a mucha radiación beta o gamma puede provocar enfermedad aguda por radiación y muchas posibilidades de cáncer.

Los plátanos registran unos 14 decaimientos por segundo, una tasa medible con contadores Geiger comerciales. Esto podría parecer mucho, pero es necesario consumir alrededor de cinco millones de plátanos de una sentada para sufrir enfermedad por radiación (y con el cuerpo lleno de potasio, ya que es un elemento esencial). Cualquier alimento que tenga mucho potasio tendrá el mismo portentaje de K-40 radiactivo. La sal comercial tiene K-40 en ella, y las bolsas de dichas sales son usadas en colegios para experimentar cómo se mide la radiación.

Otros alimentos radiactivos incluyen las papas, las nueces (especialmente nueces brasileñas) y los frijoles. Por tanto, la comida radiactiva perfecta sería un guiso de papas con frijoles, y plátano con nueces de brasil de postre.


Traducido por un servidor de aquí: http://io9.com/#!5783811

miércoles, 16 de marzo de 2011

Pues va a ser que no eran pocos los errores

Fukushima es un calco de otras grandes tragedias. Es casi una norma que este tipo de catástrofes se inicie con una valoración que es corregida continuamente y cuyo resultado final nada tiene que ver con lo que se estimaba en un principio. Algunos desastres tienen un final feliz, y descubren un balance optimista; otras acumulan nuevos y malos datos que van empeorando la situación.

El caso japonés responde a la segunda vertiente. Hace cinco días ocurrió el terremoto, y cuatro y medio desde las primeras noticias de los problemas en la central de Fukushima. Las noticias exigían atención, guardia y paciencia, algo que los medios no quisieron respetar, supongo que por querer cumplir con su cometido informativo.

Los datos con los que cuento hoy son muy distintos de aquéllos que surgían hace 48 horas. La información que ahora surge de las autoridades niponas dibuja un panorama muchísimo más dramático que el que ayer o anteayer vislumbrábamos.

Todo hace indicar que hay una fuga radiactiva de un caudal importante. Tanto que anoche tuvieron que ser evacuados temporalmente los 50 ingenieros encargados de enfriar definitivamente los cuatro reactores afectados. Si bien ya están otra vez trabajando, esa situación deja entrever algo que no se había comunicado con anterioridad, y es el hecho de que hay más estructuras de contención dañadas de las que se ha venido comentando en un principio.

Hay que señalar una cosa: no es fácil evaluar los daños en una zona en la que el acceso es imposible por cuestiones médicas, pero sí queda claro que lo que se ha venido diciendo del estado de la central dista mucho de la gravedad que hoy se palpa. Va a ser cierto aquello que (en mi opinión, muy imprudentemente) decía el presidente de la autoridad nuclear francesa de que Japón estaba ocultando información.

No señalo a Japón en el actual escenario. Las autoridades tienden, en efecto, a ocultar determinadas informaciones que puedan dañarle en un momento puntual, pero aquí estamos hablando de una sucesión de catástrofes en las que la reputación vale muy poco –estamos hablando de políticos, sí, y eso puede variar el prisma de una forma escandalosa–, pero si bien las autoridades viven del poder, y el poder ahora mismo está garantizado en tanto la población ha de encomendarse a lo que decidan los gobernantes, hay otros entes cuya supremacía sí se ve dañada. Hablo de la propietaria de la central, Tokyo Electric Power Company (TEPCO).

TEPCO ha ocultado información, quizá vital, a las autoridades. Eso queda escenificado en una pregunta desesperada del primer ministro nipón: “¿Qué demonios pasa?”, al enterarse por la prensa de la primera explosión. Una ocultación de información a estos niveles refleja dos grandes problemas: el primero, más simbólico, el de la pérdida de credibilidad; el segundo, el más práctico y grave, el de la pérdida de un tiempo precioso que podría haberse invertido en colaboración con las autoridades (nacionales o extranjeras) en la lucha contra las consecuencias del accidente.

Con gestos como el de TEPCO es normal que florezca el movimiento antinuclear. La falta de información, el aparente oscurantismo y la tradicional confianza que el sector nuclear tiene con sus socios hace despertar un halo de desconfianza que gana muchos adeptos entre la población civil cada vez que ocurre un incidente.

Hay un precedente, de la misma empresa y del mismo escenario. En 2007 hubo un terremoto que afectó a la central nuclear de Kashiwazaki-Kariwa. La incidencia fue mucho menor, implicando “únicamente” el vertido de agua contaminada al mar durante dos días. La radiación vertida fue mínima, prácticamente sin consecuencias más allá de la mera alarma social que hubiera provocado, pero TEPCO ocultó la información durante un tiempo. De esto no sólo se hizo eco el gobierno japonés poco después, sino que también llegó a Estados Unidos y, cómo no, a WikiLeaks.

Resulta confuso que el gobierno japonés haya mantenido a TEPCO como operador nuclear sin siquiera purgar ni una de las responsabilidades. Es más: autoridades y empresa se congratulaban de que Kashiwazaki-Kariwa, hubiera soportado un seísmo, entonces, de escala 6’8. Mucho me temo que hoy están pagando las consecuencias de haber querido festejar lo que entonces debieron castigar.

martes, 15 de marzo de 2011

Desastre informativo

Me acabo de quedar helado con las barbaridades que acaba de soltar un periodista por la radio. En este caso se trata de Pablo Díez, de Punto Radio y ABC, pero seguramente ocurra lo mismo con casi cualquier otro periodista. Y en sólo cinco minutos. Desgrano:

"Japón ha estado tratando de minimizar las consecuencias de la catástrofe".

Falso. Japón ha estado tratando de evitar las consecuencias de la catástrofe. No se puede minimizar algo que no ha ocurrido.

Comentario: datos de 18 horas posteriores a esta información desvelan que TEPCO, la operadora, sí ha cometido algunas ocultaciones graves de información a las autoridades niponas y a otros organismos nacionales e internacionales.

"Al final se han visto obligado a reconocer la existencia de fugas radiactivas"

Falso. Falsísimo. Japón ha tenido que reconocer hoy la existencia de fugas radiactivas porque las fugas radiactivas ocurrieron hoy. Ni ayer ni antes de ayer. Hoy.

"De los seis reactores, cuatro han explotado"

Falso. Técnicamente los reactores no han explotado, sino que lo han hecho instalaciones asociadas a los mismos, pero si queremos hablar de explosiones en los reactores, hay que hablar de tres. Los reactores 4, 5 y 6 estaban en mantenimiento en ese momento.

"Se han derrumbado las protecciones de hormigón y ha quedado a la vista el acero, lo que ha provocado las fugas"

Gravísimo error. Justamente se derrumbó la barrera externa de los reactores, pero ni siquiera es la más importante. En los reactores 1 y 3 aguantaron sus respectivos edificios de contención. En el reactor 2, no, y eso justifica exactamente que haya habido fugas, pero sólo del reactor 2.

Repito: me quedo absolutamente helado. Siempre he tenido en cuenta que un periodista no puede controlar todo lo que rodea a los temas que trata. Lo que no pensaba es que fueran capaces de moverse con tal imprudencia y albedrío, ignorando conceptos tan fundamentales y tan bien documentados.

Puede que esto sea un desastre nuclear, pero no me quedan dudas de que es, sobre todo, un desastre informativo.

Mejor técnica, mejor respuesta, mismos errores

Fukushima no ha desencadenado una tragedia porque su tecnología es notoroamente más segura que la de Chernobil y porque se ha llevado a cabo una respuesta inmediata muy buena, en gran parte aprendida tras los muchos errores cometidos en Chernobil.

Sin embargo hay algo en lo que se sigue fallando: la psicosis. Una de las mayores críticas a las autoridades soviéticas, aparte del oscurantismo, fue el hecho de no informar debidamente sobre qué era la radiación, qué riesgos tenía y a qué dosis era peligrosa. Los habitantes de Pripiat fueron muy irradiados, pero gran parte de ellos no parecían haber llegado a dosis peligrosas. Según las lecturas en la ciudad, los habitantes habrían muerto tras permanecer en torno a ocho días en la ciudad, pero fueron evacuados pasadas 48 horas.

Esa evacuación se hizo entre el miedo y la siembra del terror. Se les prometió que en tres días volverían a sus casas, pero ya en destino (Kiev, Moscú, etcétera) fueron amedrentados por las autoridades.

Muchos murieron de cánceres fatales. Otros padecen graves enfermedades asociadas a la radiación. Sin embargo hay habitantes en la zona de exclusión que siguen sanos. Habitantes que ignoraron a las autoriades, regresaron a sus casas y han convivido más de 20 años con la radiación, comiendo frutas contaminadas, bebiendo agua irradiada y respirando partículas radiactivas.

La antroponomía tiene mucho que decir en ese aspecto, pero no menos importante es la fortaleza psicológica. Aquéllos a los que convencieron de que estaban contaminados murieron por efecto de la radiación, y posiblemente también por la debilidad que en el cuerpo les produjo la depresión. Quienes, por su parte, no recibieron tan lúgubre mensaje, permanecieron fuertes e impasibles. Algunos, efectivamente, sobreviven. Otros fueron fulminados por cánceres y otros males, pero no entre un aura de pesimismo y depresión, sino con su cuerpo más capacitado para luchar contra lo que se venía. Tal vez algunos de los supervivientes hayan, incluso, eliminado algún tumor en fase temprana.

Se corre ahora el riesgo de que Japón viva una situación similar. Veo fotos de niños, madres y padres siendo sometidos a los tests radiológicos con medidores geiger, centrando la mirada en sus caras de terror, y me sobrecojo. No por el momento, sino por el futuro. ¿Cuántos de esos niños, de esas madres, de esos padres, vivirían el resto de sus días sintiéndose marcados por un estigma nuclear que, tal vez, ni siquiera padezcan?

Se suceden de nuevo los errores. En materia psicológica siguen sin aprender.

domingo, 13 de marzo de 2011

En Japón ha de nacer la humanidad

En Japón pueden haber muerto miles, decenas de miles, cientos de miles de humanos. Pero ahora mismo debe nacer la humanidad. Debe surgir ese espíritu que tantas veces nos abandona, en el que abandonamos los números y nos centramos en las personas. En Japón hace falta sobrevivir, y hace falta sobrevivir con todo lo que esté al alcance de la mano.

La prioridad absoluta debe centrarse en tres ejes:

  • Recomendaciones, acciones e instrucciones para garantizar la supervivencia individual y de los pequeños colectivos.
  • Garantizar, en la medida en que sea posible, que no existan más elementos externos que puedan atentar contra la supervivencia.
  • Estudiar los planes necesarios para recuperar el ritmo de trabajo anterior a la catástrofe.

El orden es lo de menos. O mejor dicho, hay que trabajar en los tres frentes a la vez. Se habla de la crisis política en Japón, se habla de la destrucción, se habla de las centrales nucleares... pero no se tiene en cuenta que todo ello es un ejercicio numérico, en el que se cuantifica todo (los apoyos que tiene el Gobierno, el coste de los daños, la conservación de las plantas atómicas...) pero se olvidan de las personas, que, en estos momentos, ni entienden ni querrán entender de números.

Recomendaciones, acciones e instrucciones para garantizar la supervivencia individual y de los pequeños colectivos

Está muy bien eso de cuantificar los muertos y los desaparecidos. Es necesario para conocer los costes humanos y económicos (en término de pérdida de productividad) que asolará a Japón en estas fechas y en tiempos próximos.

Pero hay otras prioridades. El huracán Katrina dejó una lección en Nueva Orleans: hay que dar instrucciones precisas a la población para evitar las epidemias derivadas de la contaminación biológica del agua por los cadáveres que en ella se descompongan.

Igualmente es necesario que las personas, como entes individuales, y las familias y pequeñas comunidades tengan a su alcance todo lo necesario para sobrevivir. Hace falta información y material. El Estado deberá trasladarlos, si así se requiere, sin importar si dispondrán de casa o no en su lugar de destino; seguro que hay algún lugar público u hogares hospitalarios donde alojarlos unos pocos días mientras se busca un hospedaje válido.

Hace falta establecer vías adecuadas de comunicación y mantener a la población informada y bien informada, pero con mensajes optimistas. Los japoneses no pueden hundirse moralmente por expectativas derrotistas. Hace falta que se vean amparados por las autoridades y que éstas fomenten la buena sintonía entre todos los japoneses, para que la ayuda mutua libere al Estado de la necesidad de establecer complicados programas de ayuda y apoyo.

Garantizar, en la medida en que sea posible, que no existan más elementos externos que puedan atentar contra la supervivencia

Aquí entran en juego las nucleares, pero no es lo único. Hace falta refrigerarlas para que dejen de ser un estorbo en las tareas de rescate y reconstrucción. Puede ser que usar agua del mar inutilice las instalaciones para siempre, pero si hay que hacerlo así habrá que llevarlo a cabo. Es mejor perder una central nuclear amortizada (o no) que perder más tiempo en ellas. Ya habrá dinero para repararla o para construir otra, si fuera necesario.

También hay que procurar una adecuada vigilancia de otras zonas peligrosas, como lugares públicos contaminados, por ejemplo, con agua infestada, con productos químicos o con otros elementos. Hay que prevenir a la población, elaborar mapas de contaminación y peligrosidad y dar éstos a los medios de comunicación, junto con una formación adecuada, para que transmitan un mensaje tranquilizador y a la vez enérgico, de modo que la evitación de riesgos sea radiada por televisión, radio, prensa y todos los demás métodos de comunicación posibles.

Igualmente las autoridades deberán controlar que no existan instalaciones potencialmente peligrosas. Hablo de infraestructuras, construcciones y entornos naturales. Ninguno de ellos debe constituir un peligro, y si lo son, hay que evitar que merodeen personas. Es necesario un gran contingente humano para trazar un mapa de peligrosidad, de modo que esa información quede plasmada y pueda ser reutilizada cuantas veces sea necesario.

Estudiar los planes necesarios para recuperar el ritmo de trabajo anterior a la catástrofe

El salvamento es necesario, pero no menos importante lo es la reconstrucción. Ésta debe iniciarse al final, pero hay que planificarla desde ya. El Estado no puede dar síntomas de estar yendo a remolque de la situación (aunque sea inevitable). Debe trabajar ya para recuperar todo lo perdido, y debe planificarlo de inmediato.

Es necesario que la reconstrucción no esté dirigida, únicamente, por el objetivo económico. Los psicólogos deben aportar sus conocimientos para aconsejar sobre qué, cuándo, cómo y dónde reconstruir para reducir el impacto emocional que podrá asolar a la población en los próximos años.

Esa reconstrucción, además, debe permitir que se recupere la rutina, que las personas se sigan sintiendo personas, que los números sean sólo parte de los informes y no de las acciones.

En Japón ha de nacer la humanidad para que los humanos que quedan vivos no mueran definitivamente.

sábado, 12 de marzo de 2011

Fukushima: ¿Por qué no puede ser un segundo Chernobil?

Se ha escrito mucho en estas menos de 48 horas transcurridas desde el brutal terremoto que ayer, 11 de marzo de 2011, asoló Japón. Se ha escrito mucho por las imágenes del colosal temblor telúrico, el mayor en 150 años de historia, por el desproporcionado tsunami desatado, y, quizá, sobre todo por el hecho de que una central nuclear ha dado señales de estar en estado crítico.

Fukushima es una ciudad del centro de Japón, situada a 250 kilómetros de Tokio. En sus inmediaciones se encuentra la Central Nuclear Daichii, un enorme complejo atómico, el mayor del país, con seis reactores operativos.

A raíz del terremoto y posterior tsunami, todas las centrales del país se pusieron en modo de parada de emergencia. Eso significa que se activaron todos los sistemas para enfriar los reactores. Ese enfriamiento no es instantáneo, pero sí permite evitar que la reacción se disparate en un momento dado, puesto que "corta la alimentación" de forma paulatina.

En Fukushima, el reactor 1 no pudo completar el inicio de la parada de emergencia, debido a que el tsunami inutilizó los sistemas de alimentación eléctrica de las bombas de agua de los circuitos de refrigeración y también los generadores diésel de emergencia instalados para esta circunstancia.

En seguida, cientos de ediciones digitales de prestigiosos periódicos del mundo emplazaron la palabra "Chernobil" en su portada. La frase "el peor accidente desde Chernobil" fue interpretado como "el peor accidente tras Chernobil", llevando a todos a la confusión y haciendo pensar que era el segundo accidente más grave de la historia. Incluso algunos llegaron a aventurar que Chernobil podría quedar eclipsado por Fukushima.

Nada más lejos de la realidad. Fukushima no puede replicar lo ocurrido en Chernobil por muchos motivos, pero podemos citar uno básico: por su diseño. Intentaré ser conciso:

La reacción nuclear requiere cuatro elementos: combustible, refrigeración, moderación y control. El combustible es el uranio o el plutonio, según corresponda; la refrigeración, en los casos de Chernobil y Fukushima, es agua.

El moderador es un elemento presente en el núcleo que "modera" la velocidad de los neutrones, haciendo la reacción más pura y, por tanto, "acelerándola". A mayor moderador, mayor energía. El control se efectúa mediante barras de boro, gran absorbente de neutrones y, por tanto, sirve para "frenar" la reacción.

Fukushima, como cualquier diseño moderno, tiene agua como refrigerante, pero también como moderador. Eso significa que si se pierde el agua (como parece haber pasado en la central japonesa) la reacción pierde su pureza y será cada vez más ineficiente hasta que se apague por la propia ley física que rige las reacciones nucleares (es lo que se llama reacción de coeficiente negativo). ¿Cuánto tarda en apagarse? Eso es una incógnita, pero es imposible que la reacción se acelere indefinidamente.

¿Qué la diferencia de Chernobil? En Chernobil el moderador no era agua, sino una estructura rígida de grafito. En Chernobil también se perdió agua, pero la reacción siguió su curso porque seguía habiendo moderador (reacción de coeficiente positivo). Al final, la reacción fue tan energética que la enorme presión del agua evaporada reventó el edificio del reactor que, dicho sea de paso, no tenía una estructura de hormigón, tan característica en los diseños occidentales.

Un dato más: en marzo de 1979 ocurrió una gravísima fusión de núcleo en la central de Three Mile Island, en Pennsylvania (EE.UU.). La causa fue la misma, y se llegó a una situación tan crítica como en Chernobil. Claro, que como estaba moderada por agua, la reacción símplemente se apagó tras varios días. Nadie resultó herido.