En Japón pueden haber muerto miles, decenas de miles, cientos de miles de humanos. Pero ahora mismo debe nacer la humanidad. Debe surgir ese espíritu que tantas veces nos abandona, en el que abandonamos los números y nos centramos en las personas. En Japón hace falta sobrevivir, y hace falta sobrevivir con todo lo que esté al alcance de la mano.
La prioridad absoluta debe centrarse en tres ejes:
- Recomendaciones, acciones e instrucciones para garantizar la supervivencia individual y de los pequeños colectivos.
- Garantizar, en la medida en que sea posible, que no existan más elementos externos que puedan atentar contra la supervivencia.
- Estudiar los planes necesarios para recuperar el ritmo de trabajo anterior a la catástrofe.
El orden es lo de menos. O mejor dicho, hay que trabajar en los tres frentes a la vez. Se habla de la crisis política en Japón, se habla de la destrucción, se habla de las centrales nucleares... pero no se tiene en cuenta que todo ello es un ejercicio numérico, en el que se cuantifica todo (los apoyos que tiene el Gobierno, el coste de los daños, la conservación de las plantas atómicas...) pero se olvidan de las personas, que, en estos momentos, ni entienden ni querrán entender de números.
Recomendaciones, acciones e instrucciones para garantizar la supervivencia individual y de los pequeños colectivos
Está muy bien eso de cuantificar los muertos y los desaparecidos. Es necesario para conocer los costes humanos y económicos (en término de pérdida de productividad) que asolará a Japón en estas fechas y en tiempos próximos.
Pero hay otras prioridades. El huracán Katrina dejó una lección en Nueva Orleans: hay que dar instrucciones precisas a la población para evitar las epidemias derivadas de la contaminación biológica del agua por los cadáveres que en ella se descompongan.
Igualmente es necesario que las personas, como entes individuales, y las familias y pequeñas comunidades tengan a su alcance todo lo necesario para sobrevivir. Hace falta información y material. El Estado deberá trasladarlos, si así se requiere, sin importar si dispondrán de casa o no en su lugar de destino; seguro que hay algún lugar público u hogares hospitalarios donde alojarlos unos pocos días mientras se busca un hospedaje válido.
Hace falta establecer vías adecuadas de comunicación y mantener a la población informada y bien informada, pero con mensajes optimistas. Los japoneses no pueden hundirse moralmente por expectativas derrotistas. Hace falta que se vean amparados por las autoridades y que éstas fomenten la buena sintonía entre todos los japoneses, para que la ayuda mutua libere al Estado de la necesidad de establecer complicados programas de ayuda y apoyo.
Garantizar, en la medida en que sea posible, que no existan más elementos externos que puedan atentar contra la supervivencia
Aquí entran en juego las nucleares, pero no es lo único. Hace falta refrigerarlas para que dejen de ser un estorbo en las tareas de rescate y reconstrucción. Puede ser que usar agua del mar inutilice las instalaciones para siempre, pero si hay que hacerlo así habrá que llevarlo a cabo. Es mejor perder una central nuclear amortizada (o no) que perder más tiempo en ellas. Ya habrá dinero para repararla o para construir otra, si fuera necesario.
También hay que procurar una adecuada vigilancia de otras zonas peligrosas, como lugares públicos contaminados, por ejemplo, con agua infestada, con productos químicos o con otros elementos. Hay que prevenir a la población, elaborar mapas de contaminación y peligrosidad y dar éstos a los medios de comunicación, junto con una formación adecuada, para que transmitan un mensaje tranquilizador y a la vez enérgico, de modo que la evitación de riesgos sea radiada por televisión, radio, prensa y todos los demás métodos de comunicación posibles.
Igualmente las autoridades deberán controlar que no existan instalaciones potencialmente peligrosas. Hablo de infraestructuras, construcciones y entornos naturales. Ninguno de ellos debe constituir un peligro, y si lo son, hay que evitar que merodeen personas. Es necesario un gran contingente humano para trazar un mapa de peligrosidad, de modo que esa información quede plasmada y pueda ser reutilizada cuantas veces sea necesario.
Estudiar los planes necesarios para recuperar el ritmo de trabajo anterior a la catástrofe
El salvamento es necesario, pero no menos importante lo es la reconstrucción. Ésta debe iniciarse al final, pero hay que planificarla desde ya. El Estado no puede dar síntomas de estar yendo a remolque de la situación (aunque sea inevitable). Debe trabajar ya para recuperar todo lo perdido, y debe planificarlo de inmediato.
Es necesario que la reconstrucción no esté dirigida, únicamente, por el objetivo económico. Los psicólogos deben aportar sus conocimientos para aconsejar sobre qué, cuándo, cómo y dónde reconstruir para reducir el impacto emocional que podrá asolar a la población en los próximos años.
Esa reconstrucción, además, debe permitir que se recupere la rutina, que las personas se sigan sintiendo personas, que los números sean sólo parte de los informes y no de las acciones.
En Japón ha de nacer la humanidad para que los humanos que quedan vivos no mueran definitivamente.
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